martes, 23 de diciembre de 2014

Lo más importante de mi vida


En cierta ocasión, durante una conversación que tuve con un grupo de personas, me hicieron esta pregunta: “¿Qué es lo más importante que ha hecho en su vida?”La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di, porque las circunstancias no eran las apropiadas. En mi calidad de ingeniero que viaja constantemente, sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo. Pero, he aquí la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos.

Lo más importante que he hecho en la vida, tuvo lugar el 15 de mayo de 1997.
Comencé el día jugando ping pong con un amigo mío al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada, conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me contó que su esposa y él acababan de tener un bebé. Mientras jugábamos, llegó el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que su bebé había dejado de respirar y lo habían llevado de urgencia al hospital.

En un instante, mi amigo subió al auto de su padre y se marchó.
Por un momento me quedé donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego traté de pensar qué debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estará al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o dijera iba a cambiar las cosas.

¿Brindarle mi apoyo moral? Eso, quizás, pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas, y sin duda estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán consuelo y el apoyo necesario, pasara lo que pasara. Lo único que haría será estorbar.
Así que decidí reunirme con ellos e ir más tarde a ver a mi amigo. Al poner en marcha el auto, me percaté que mi amigo había dejado su camioneta, con las llaves puestas, estacionada junto al mío.

Decidí pues, cerrar el auto e ir al hospital a entregarle las llaves. Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares que trataban de consolarlos. Entré sin hacer ruido y me quedé junto a la puerta, tratando de decidir qué hacer.
No tardó en presentarse un médico, que se acerca a la pareja y, en voz baja les comunica que su bebé había fallecido. Durante lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor.

El médico les preguntó si deseaban estar unos momentos con su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie, y caminaron resignadamente hacia la puerta. Al verme allí, en un rincón, la madre se acercó, me abrazó y comenzó a llorar.
También mi amigo se refugió en mis brazos. “Gracias por estar aquí, me dijo”. Durante el resto de la mañana, permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebé y despedirse de él. Eso, es lo más importante que he hecho en mi vida. Aquella experiencia me dejó tres enseñanzas:

Primera: Lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que aprendí en la universidad, ni todo lo racional que fui para analizar mis alternativas, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas les sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos, en que alguien me necesitaba, era lo principal.

Segunda: Estoy convencido, que lo más importante que he hecho en mi vida, estuvo a punto de no ocurrir, debido a las cosas que aprendí en la universidad, al concepto inculcado de ser racional, así como en mi vida profesional. Al aprender a pensar, casi me olvidé de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al auto sin titubear, y seguir a mi amigo al hospital.

Tercera: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante.
Intelectualmente, todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros. Así pues, hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real, que pareciera que va a ocurrir. Pero, al ubicarnos en el mañana, dejamos de advertir todos los presentes que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave o un accidente, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.


En ocasiones, a uno le hace falta vivir una tragedia, para volver a poner las cosas en perspectiva. Desde aquel día, busqué un equilibrio entre el trabajo y la vida, y aprendí que lo más importante, no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores, un abrazo sincero vale más que mil palabras… 

Lo más importante en la vida, es tener nuestros ojos puestos en el cielo con una esperanza, dedicarnos a nuestra familia y a cultivar una amistad sincera.



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