
El médico solicitará al paciente una descripción del inicio de la dolencia, el lugar exacto donde nota la molestia y la intensidad del dolor, y se interesará por la existencia de cualquier limitación en el movimiento y por la existencia de episodios previos y de enfermedades que puedan estar relacionadas con el dolor.
El examen determinará si se trata de un dolor lumbar debido a un problema de la propia espalda (lo que ocurre en el 95% de los casos) o a una enfermedad general que se está manifestando en la espalda (por ejemplo, una infección, un tumor o una afección metabólica -como la osteoporosis-). Igualmente, el doctor valorará la existencia de algún nervio esté siendo comprimido para aplicar la terapia más adecuada.
Si el médico lo estima pertinente, puede solicitar algunas pruebas diagnósticas: desde un análisis de sangre o exámenes radiológicos o neurofisiológicas, con el objeto de descartar otras patologías.
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