sábado, 1 de noviembre de 2014

Hijos de padres ausentes


Las mujeres, sin duda, aprenden a conciliar trabajo e hijos de una manera mucho más efectiva que los varones. Muchas de ellas hacen malabares para poder cumplir con sus trabajos y a la vez estar presentes en las vidas de sus hijos e hijas. Incluso, hay mujeres, al menos un 16% de la población total, que abandona su desarrollo profesional para consagrarse a sus hijos. Por esa razón, la reflexión de hoy no va enfocada hacia las mujeres sino hacia los varones. 

El otro día hablaba con un padre que me conversaba de los esfuerzos que hace, como padre soltero, a cargo de dos adolescentes, para poder estar presente en la vida de sus hijos, la atención de dos trabajos y, además, tener tiempo para su vida personal. En algún momento se emocionó pensando en las exigencias que sus hijos hacían, de una manera, a su juicio, desmedidas. Mientras lo escuchaba, sentí empatía por su situación, pero también medité en que este hombre era la excepción, no la regla. La mayoría de los padres que conozco se da por satisfecho con ser proveedor, trabajar para que nada material les falte a sus hijos, y continúan sus vidas como si nada, sin entender el tremendo daño que les hace su ausencia como padres en la vida de sus hijos.

Una madre divorciada me hablaba hace dos días que su ex marido no ha visto ni se ha comunicado con su hijo por más de cuatro años. Otra madre soltera me confesaba el dolor que siente cuando su hijo de 13 años le reclama por la ausencia de su padre que, a menudo, no está. Cualquiera podría pensar que esa situación es simplemente un resultado de esa circunstancia particular. Pero, ¡momento!, ¡son hijos! Aunque sé que hay madres que abandonan a sus hijos, eso es una excepción, no la regla, pero pareciera ser que muchos varones sienten como lo más normal del mundo no estar presente en la vida de sus hijos.
Pero, ¿qué hay de todos esos varones que están presentes con dinero para las necesidades de sus hijos, pero no están afectivamente presentes en sus vidas?
Un hijo o hija, cuyo padre está ausente, genera una serie de conductas que son propias del abandono que siente respecto a su progenitor.

A menudo son niños inseguros, con baja autoestima, temerosos frente a situaciones nuevas, tienen dificultades para expresar afecto, se aferran de una manera no normal a otras personas que les brindan un poco de afecto, generando con esa situación posibilidades de abuso o manipulación; por el contrario, otros desarrollan aversión hacia las personas y suelen recluirse en sí mismos, porque tienen dificultades para confiar en los adultos, porque sus progenitores les han fallado.
Sería bueno que los padres examinaran cuidadosamente el significado de privilegio que tienen. Cualquiera puede tener un hijo, no se necesita ni mucha ciencia, ni mucha capacidad, ni mucha inteligencia. Ser padre es distinto, no se es padre por engendrar, sino por estar presente, en ese sentido, muchos son sementales y pocos son padres.

Esta semana consolé a una pequeña de 12 años que lloraba con tristeza porque una vez más su padre la llamó para decirle que no podría salir con ella porque le salió un trabajo de última hora. Es probable que sea razonable el asegurar el sustento familiar, pero, por mucho que se intente, la ausencia no se explica, se siente, y de manera muy fea en la mente de un niño que es incapaz de entender que debería tener a su padre… y simplemente, no está.



Fuente: Blog Educación (http://nuevotiempo.org/educacion/hijos-de-padres-ausentes/)

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